viernes, 9 de abril de 2010

Acantilado de agua


We need great, golden copulations.
Jim Morrison


A Marilyn Sánchez


Yo dibujaba caminos en el aire para que los recuerdos peregrinaran de vuelta a su baúl. Ella desmembrando tréboles rojos. Por ratos te echaba una mirada de soslayo y capturaba el reflejo distorsionado en el acantilado de agua. De pronto solté palabras para que reptaran por la montaña, y quizá llegaran a tus oídos, palabras que parecen no ser mías / esta tarde no se mide con agujas, así estas insistan en crucificar nuestra vida, ya solo el ciclo de los astros hermanos nos puede arrancar de la vorágine onírica /

Me miró con intriga, con ojos de quien asiste al espectáculo de una deidad innombrable por lo retorcida de su asimetría, aboliendo un toque mi soledad. Sus dudas formaban cúmulos de interrogantes sordas, atestiguan no comprender la mitad de lo que yo digo, sin embargo, te acercas y cuando siento tu calor creo hablamos el mismo lenguaje y las dudas se disipan progresivamente con el andar de caricias, besos y arañazos, el vaivén rítmico de los cuerpos, el oleaje de espuma tibia que llega desde el Caribe subiendo por el espinazo recostado sobre el lecho de conchas pulverizadas, acción atribuida al ajetreo incansable del mar y de los amantes que tarde o temprano conseguirán erosionar los orgasmos, los cuerpos y su transitar efímero por la vida, deshaciendo el reflejo quimérico en el acantilado de aguas verdes. Las palabras se vuelven impronunciables, superfluas, los gemidos y la presión inicua ejercida por el alicate de tus piernas aprisionan mi cuerpo y justo en ese momento mi alma (o eso que me hace menos animal) se escapa de la celda corpórea tomando como vehículo una exhalación que viaja buscando el nirvana, un suspiro de aire frío del monte, trip momentáneo, y el orgasmo pasa como un aguacero fugaz y violento de esos que hipnotizan tu mirada en un tiempo de mirar por ventanas, el mar recoge sus tentáculos de vuelta a los avernos salobres, tus carnes se apartan un toque, dando suficiente espacio para que la soledad recupere terreno y se abra una zanja entre nosotros dos, un muro de incomprensión insalvable que solo el coito puede demoler.

4 comentarios:

Una fulana en Buenos Aires dijo...

Me preguntana Fabio, cual es la verdadera separación!
Leerte fue como leer a Córtazar, casi sin aliento llegue al final del escrito.
Pero cuando leí etiquetas, me quede discreta y callada, quizas entendiendo.
O no... quien sabe!
Besos de esta fulana!

Marvin Rodríguez dijo...

Fulana, inmenso honor me haces (creo sinceramente no lo merezco) en compararme con Cortázar, que junto con Sabato, son considerados por mi persona como dos de los grandes maestros de la literatura argentina y latinoamericana. La incomprensión para mí es el hecho de que amemos más con las palabras (de la boca para afuera) y no con los cuerpos, con el darse las manos y gastar los orgasmos. Creo, el amor debe ser más carnalidad, y menos cultura. Más animalidad, por decirlo de alguna forma. El instinto contra la cultura. Y por eso hablamos con las personas que nos rodean y no nos entendemos, aunque parezcan claros los vocablos, como el reflejo quimérico en las aguas. Pero el orgasmo, ese es un lenguaje universal (mejor que el Esperanto), con la única dificultad que es efímero, como todo lo sublime en esta vida.
Gracias por tu visita.

Maynor dijo...

Hola mi querido aprendiz de cortazar. Por fin puedo visitar esos parajes del viejo del monte. Me gusta lo que veo y espero ver más. Un comentario solo, un poco corto lo sé, pero bueno ahí va. ¿Es posible, del todo, si acaso deseable, eliminar ese abismo que impide, apesar de nuestro esfuerzos, el roce? Estoy de acuerdo con vos, el sexo es lo mejor que podemos hacer.

Un abrazo

Marvin Rodríguez dijo...

Un placer verte por el monte hermano poeta. Creo que del todo no es posible sortear el abismo de incomprensión, ya se cuestionaba Nietzsche hace más de un siglo si acaso serían las palabras la mejor forma de aprehender el mundo, y remataba con aquella célebre sentencia que afirma que las palabras son monedas que han perdido su troquelado (en realidad se refería a los conceptos, pero qué son los conceptos sino palabrillas de domingo), metáforas de las cuales hemos olvidado que lo son, y por eso los lenguajes se multiplican al infinito, porque nunca hallaremos la forma de decir bien las cosas (claro, él estaba criticando también esa tosudez kantiana de hallar la esencia de la naturaleza y las cosas), de expresar lo que sentimos. Y por eso es mejor echarse un buen polvo y dejar de hablar tanta paja, como yo, que me voy en el viaje de la verborrea. No sé si a eso te referías con la posibilidad (viabilidad/necesidad) de saltar ese abismo y entendernos acaso alguna vez como humanos.
Saludos,