jueves, 13 de mayo de 2010

Ocaso


La tarde languidece,
se perfila,
amanece la negra.

La falta de luz,
de vida aparta las cosas.
El mundo agoniza,
como una metáfora podrida, hueca,
en lenta metamorfosis hacia la nada.
Los pies se guardan en el closet,
quedan solo seres de la tiniebla,
de pasos que hacen eco en la conciencia.
De huella.

Las manos que andan,
se atreven acaso,
a manosear, sádicamente,
cualquier rudimento de inocencia,
de amor, 
como quien juega a repartir
muerte a un bicho cualquiera.

Los cabeza-ovejuna
se refugian en los corrales citadinos
para chupar del peyote del olvido
al ritmo de tañidos post morten pop.

Huyen unos
claman otros
                    por la noche
                    del horror caminante.

Ya no estás vos para conjurar
maleficios nocturnos (y metáforas sibilinas).
Acaso, sean tus manos las que se atrevan
a tantear las escamas de páramo antilumínico,
el (mi) Reino de sombras humeantes.